martes, 6 de septiembre de 2011

Día 1: Primera toma de contacto

Barajas. 13 45 del lunes 29 de agosto de 2011. Es un día importante, sin duda, no sólo porque viaje en avión por primera vez, sino porque, en teoría, voy a vivir una de las experiencias más increíbles que se puedan tener como estudiante. Sí, me iba de Erasmus. Y en teoría me iba a una ciudad extraña, perdida en el mar báltico, gélida, sin hablar (o hablando poco) español, y teniendo que adaptar mis españolas papilas gustativas a una dieta donde lo menos salado iban a ser los arenques envasados al vacío y donde no existirían los tuppers congelados en la bodega de un autobús ALSA. 

Sin embargo ¿qué ocurrió? Había españoles en todas partes, en el vuelo, en la residencia, en el supermercado (un gran vino tinto que haría enrojecer de vergüenza al Cumbre de Gredos) y en la universidad. Una gran y amplia presencia española que abarcaba incluso al pub de Erasmus de la ciudad (el moon safari) en forma de bandera española. Sin duda respiré. No está mal que al llegar a un sitio que imaginabas diferente y extraño te sintieras menos lejos de casa. El alivio duraría poco. 

Duraría poco porque me encontraría con lo mejor de la antigua unión soviética en Riga, con el mejor aroma ruso-vodkil de la autodenominada París de los Bálticos. Me había equivocado al escoger el hotel. Era barato, sí, pero estaba a 40 minutos del centro y en uno de los barrios donde la frase más amistosa era un gruñido.

Llegando al hotel

La verdad es que llegar al hotel no fue difícil, pero sí fue caro. Los 10 lats que tuve que pagar a un paisano con pinta de conductor de autobús escolar me parecieron en aquel momento baratos, luego me daría cuenta, con el paso de los días, de que me estafaron como 5. 

El hotel no estaba muy bien situado (Pernavas iela)
El caso es que llegué…y aquello no parecían los Campos Elíseos, desde luego, era como una zona de periferia, con hierba plantada sin mucho criterio, y donde era difícil distinguir donde empezaba la carretera y acababa la acera. El hotel decía tener 3 estrellas, pero la calle no daba muy buenas sensaciones. Hacia arriba, una gasolinera, y hacia abajo, sabe Diós qué, porque aquella calle no parecía terminar nunca. Comprobaría dónde estaba el final días más tarde, acompañado por una letona, en una de las noches en las que más miedo he pasado por mi integridad física. Pero no adelantemos acontecimientos.

Era el momento de decir la primera frase en inglés, esa que había pensado a lo largo de todo el viaje en el taxi, y que creía fundamental a la hora de conseguir dormir bajo techo la primera noche en Riga. Traspasé una puerta y noté por primera vez un olor que se me haría familiar en los próximos días. Una especie de mezcla entre alcanfor, antipolilla, Aután y cable quemado que incluso se quedaría en mi ropa y llegaría a mantenerse un par de días después de que llegara a la residencia el 1 de septiembre. Ahí estaba la recepción: ¿Do you speak english? Of Course…I’ve booked a room here some days ago…ID card please?... No había sido muy diferente a las conversaciones tantas veces repetidas en la escuela de idiomas, asi que entré y subí hasta mi habitación, la 522.

El transporte
Tras dejar mis cosas en una habitación bastante buena, con cama de matrimonio y bastantes cosas gratis en el baño (indispensable) llegó el momento de coger el autobús y subir al centro a cenar con mis nuevos amigos españoles.

En Riga hay tres tipos de transporte público: Autobuses, trolebuses (autobuses guiados por una catenaria) y tranvías. Yo tenía que coger el autobús número 3 y bajarme en la estación de tren, no parecía demasiado complicado, pero tendría algún problema hasta llegar a la ópera, junto a la cual está la residencia donde yo iba a vivir a partir del 2 de septiembre y donde había quedado con mis amigos españoles.

No fue difícil encontrar un cajero automático para comprar un billete pero sí que fue difícil tratar de hacerme entender con alguien para que me diese cambio para poder pagar el autobús (mi primer intento consistió en intentar pagar el autobús directamente con un billete de 20 lats o poner cara de pena, pero no funcionó, tuve que bajarme en la siguiente parada) 

Nada más entrar en el primer bar a pedir cambio, me arrepentí. Había dos hombres rusos con el equivalente soviético a una camiseta de tirantes abanderado en la barra con cara de muy pocos amigos. Nadie hablaba inglés, y cuando saqué los billetes para intentar pedir cambio me miraron de una forma muy rara, así que decidí pirarme de allí lo más rápido posible e ir hasta la gasolinera para pagar un kínder bueno (cómo no) con un billete de 20 lats.

Subido ya en el autobús, no me costó encontrar la parada, sí el hotel donde había quedado. Estuve dando vueltas bajo la lluvia durante 15 minutos, pero al fin estaba cenando y paseando por la antigua Riga. La ciudad era bastante bonita, y la cena, muy barata y letona (porque el mcdonalds era letón) Acabé de cenar a las 12 de la noche, tenía que regresar al hotel andando.


2 comentarios:

aburrimiento patologico dijo...

Bueno, bueno menos mal que hay españoles. Tu incidente con los rusos del bar y la zona del hotel me han recordado a este capitulo de Los Simpson http://www.youtube.com/watch?v=eagDCH5eeYc Ánimo con el blog ya te tengo puesto un enlace desde el mio.

Kenny girls dijo...

jajaja a mi también me recuerda a ese capítulo! Fer, creo que eres la única persona del mundo que el primer día en un país extranjero tiene que volver andando (y que consigue hacerlo) te admiro.