jueves, 20 de octubre de 2011

Sobre la fiesta y los viajes (I)

Un mes después, son ya casi dos los que llevo metido en esta ciudad que cada vez veo como más mía. Un mes después ya puedo decir que, si, que efectivamente, y a pesar de la inocencia e ilusiones previas que me dieron los últimos rayos de sol en septiembre, ya conozco la forma en la que voy a morir (congelado). Y un mes después, también, he conocido en qué consiste la rutina Erasmus, una vorágine de viajes y fiestas de inauguración de apartamentos/pisos/casas/reservas de pelusa en general. Así que vamos, para compensar por la falta de actividad, con una entrada doble. Mañana, la segunda parte.

Es verdad, las fiestas se suceden con una periodicidad y puntualidad londinenses. Cada lunes o martes se recibe la invitación para la fiesta del jueves y/o viernes siguientes, y, al final, todas las fiestas acaban por seguir el mismo ritual:

a) Dificultad en el inicio: Da igual que la fiesta esté organizada para empezar a las 8, a las 9 o a la una y media de la madrugada. La gente aparecerá cuando le dé la gana. Normalmente esa hora suele estar entre las 11 y media y las 12 de la noche. Después de haber cenado, con mayor o menor éxito en el índice de deliciosidad de los platos preparados, y de las dos primeras cervezas. En este punto el sentimiento del dueño del piso es de perplejidad o preocupación. ¿Qué es lo que ocurre? o ¿cuándo se dignarán estos cabrones a venir? Serán las frases más repetidas por el dueño del piso. Las conversaciones, entre los escasos invitados, girarán en torno a la universidad o a la puntualidad de los distintos países

Tortilla de patata: una elección siempre arriesgada en cuanto al nivel final de deliciosidad

b) Gran avalancha. Da igual que la fiesta esté organizada en un grupo privadísimo y secretísimo de facebook. A las 11 y media/ 12 de la noche, el dueño del piso se encontrará con más de 50 o 60 personas en su casa, de las cuales no conocerá a más del 40 por ciento. En este punto el sentimiento del dueño del piso es de perplejidad o preocupación. ¿Quién es este paisano? ¿De dónde ha salido Fulano o Zutano? o ¿Quién es este señor de Azerbaiyán que ha traido consigo una corte/harén de 17 quinceañeras? (verídico) serán las frases más repetidas. Las conversaciones, ya semietílicas, girarán en torno a la calidad de las cervezas letonas o sobre lo mala que es la música que está sonando en ese instante.

c) División. Da igual que la fiesta esté organizada para ser el summun y el culmen de la sociabilidad. Media hora después del inicio, los asistentes estarán irremediable e inevitablemente divididos en dos zonas: Por un lado, los fumadores, normalmente apelotonados en la cocina y con las puntuales visitas de los no fumadores, que se unen a las conversaciones y escogen su botella del amplio escaparate de vodkas y cervezas tanto en cirílico como en latino en el que se han convertido nevera y congelador. Por otro, los no fumadores y/o ligones repentinos, que se encuentran en el salón escuchando y, a veces bailando, la música que sale de los altavoces del ordenador. Música que por cierto, es cambiada sin miramientos ni remordimientos de ningún tipo por asistentes ávidos de dejar de escuchar unos house, otros rock, otros chundachunda comercial. Ya no hay límite para las conversaciones, se puede hablar de política, pasando por el rácing de santander hasta llegar a discutir sobre si la compra de las lays con sabor a pepino ha sido la más adecuada en lo que a regustillo del paladar se refiere.

d) Gran evasión. Da igual que la fiesta esté organizada para durar hasta las 3 de la mañana. Sobre la una y media o dos los asistentes se dividirán a la mitad, unos para ir a los tipiquísimos moon safari o essential (dependiendo si la fiesta se celebra en jueves o en viernes) y otros para quedarse, cual lapas, amarrados al parquet o a las baldosas del apartamento. En este punto el sentimiento del dueño del piso es de perplejidad o preocupación: ¿Por qué se va la gente? (primero) ¿Por qué no se va la gente? (después). Esta etapa de la fiesta es mucho más emocionante si aparecen casero o vecinos con bata, punto al que se puede llegar. En ese caso, solo quedará gritar. Come on guys! Let's move! Y desaparecer lo más rápidamente posible, quizá dejando el suelo blanco de la cocina sin poderse distinguir del marrón del parquet, o más de 40 botellines de cerveza distribuidos por los rincones más extraños. En este caso, la conversación será al día siguiente: unos dando las gracias por la invitación y otros, acordándose de la familia de algunos de esos unos.


5 comentarios:

AnaValiente dijo...

ME PARTO!

Liz Harker-Lux dijo...

No me puedo creer lo del harén de quinceañeras...

Pero estoy completamente de acuerdo con lo de la música de mierda, aquí tienen dos o tres discos y los ponen siempre, y al final siempre oímos lo mismo. Descultura musical.

Besitos corsos :)

aburrimiento patologico dijo...

Las fiestas son iguales que en España, sobre todo por el Juan Cuesta de turno que baja a echarte la bronca. Sé que echas de menos al pesado de tu casa de Fuenlabrada

Kenny girls dijo...

Mola, yo quiero colarme en una fiestecilla de esas, en casa de un semi-desconocido, si entender ni una palabra de lo que se habla a tu alrededor...las conversaciones entre borrachos de distinta nacionalidad tienen que ser dificiles, no?

Charles Parrens dijo...

esas son las más fáciles, créeme!